Cuando las mujeres nos volvemos madres aparecen sentimientos que antes no conocíamos. La intensidad de las emociones también tiende a variar. La mayoría nos damos cuenta qué es sentir miedo, culpa y el amor sin condiciones.
Aunque la maternidad nos da la posibilidad de conocer el amor más puro, en muchas ocasiones también trae consigo un sinfín de inseguridades. El miedo a que algo malo le pase a nuestros hijos y a no ser capaces de prevenirlo es algo difícil de manejar para la gran parte de nosotras.
Al miedo se le suma la culpa, pensando que siempre pudimos haberlo hecho mejor y que todo el sufrimiento por el que pasen nuestros pequeños es nuestra responsabilidad.
Culpa de dejarlo al cuidado de otros, de que se enferme, de no darle leche materna, de que no suba de peso, de que suba mucho de peso, de que nuestra leche no lo alimente, de no jugar con él, de no darle la atención que necesita y un infinito etcétera.
El trabajo de las madres es doble, por un lado tener que acompañar los sentimientos de nuestros hijos, y por otro, aprender a lidiar con estas nuevas e intensas emociones que surgen con la maternidad.
SEAMOS FELICES
Sonreírles a nuestros hijos desde su primer día y disfrutar de su presencia y de los momentos compartidos son los cimientos para nutrir su espíritu. “La expresión emocional del padre/madre es considerado uno de los estímulos más poderosos en el aprendizaje emocional durante la infancia y la niñez”. (https://sdemocional.org/)
Sí, es fundamental que estemos informadas sobre qué alimentos, cuidados y condiciones son los mejores para su desarrollo y hacer todos los intentos para proveérselos, pero, por sobre todas las cosas, no olvidemos ser felices, amar la vida, e intentar disfrutar cada instante que pasemos juntos.
El culparse continuamente solo nos aísla del prójimo, nos desconecta del presente y de las personas a nuestro alrededor.
Dejemos de culparnos a nosotras mismas y, así, simultáneamente dejaremos de juzgar a los demás y seremos más capaces de empatizar y conectar con quien necesite ayuda.
ACEPTEMOS EL CAMBIO
Creo que una de las primeras cosas que tenemos que hacer para no sufrir es dejar de resistirnos al cambio. Aferrarnos a nuestra antigua vida y apegarnos a nuestra idea de libertad nos impide encontrar el disfrute en el presente. Nos priva de ver y darle la bienvenida a esta nueva Yo, más grande y fuerte.
Es un inmenso desafío el ser madre. Nos pone a prueba como seres humanos. Sí, nos muestra nuestras inseguridades y más profundos temores, pero también revela una parte desconocida de nosotras mismas: una increíble capacidad de entrega. El amor de madre esconde las raíces del amor más puro y perfecto, aquel que es capaz de dar sin condiciones, siempre.
Las invito a que vivamos la maternidad desde la alegría de habernos reconocido a nosotras mismas y nuestras cualidades.
Agradezcámosle a nuestros hijos el habernos mostrado de lo que somos capaces y usemos, a cada instante, nuestra principal función: el amor.
Intentemos vivir la maternidad desde nuestra naturaleza, siguiendo nuestro instinto ante las decisiones que debamos tomar. En nosotras están la mayoría de las respuestas, pero a causa de la cultura, hemos ido perdiendo la confianza en nosotras mismas. Aflojemos las defensas, los miedos y las culpas, y vivamos la maternidad desde el corazón.
Dejemos de juzgar a otras madres y seamos pacientes con los comentarios externos que nos hacen dudar de nosotras mismas. La mayoría de las personas opina con buena intención, pero la decisión de si hace mucho frío para que ande descalzo, de que quizás debería dormir en su cuna o de si está muy grande para tomar teta, es nuestra.
Y aunque a veces la labor de la madre parezca solitaria, recordemos que somos muchas viviendo y experimentando estas transformaciones y pasando por las mismas emociones. Aunque nos veamos pequeñas a nosotros mismas ante esta inmensa responsabilidad, la naturaleza nunca falla, es perfecta y sabia, y aunque a simple vista no se vea, nos ha dado todo lo que necesitamos para nutrir física, emocional y espiritualmente a las nuevas personas que llegan a este mundo.
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